Ciudad de Mejico –
Tenochtitlan – 1683
Los leones que Amaranta
obtuvo de Sor Juana fueron colocados en el atrio de su nueva taberna, “El Arco
de Neptuno” y tal parece que los gatos esos le trajeron buena suerte. El que la
taberna estuviera anclada en el bullicioso muelle de Santo Domingo del puerto
de San Lázaro también ayudaba. Desde el día de su inauguración el sitio estuvo
siempre atiborrado. El pulque y el ron fluían como agua y en medio del lugar
había una gran tarima donde siempre había músicos y se hacía un zapateado.
Las paredes de la taberna
estaban adornadas con el detritus del gran arco de Neptuno que Sor Juana había
diseñado para darle la bienvenida al nuevo virrey, don Tomas de la Cerda. De
ahí que habían figuras de faunos, ninfas, tritones, musas, filósofos, y toda la
vecindad del Olimpo: Apolo, Afrodita, Zeus, etc. Había también escenas de
Egipto y de Persia e inscripciones en griego y latín e incluso algunas en
sanscrito pues Sor Juana se había hecho de varios libros que venían en la nao
de China y hasta había llegado a dominar esa lengua.
Pero en las paredes de la
taberna también había figuras mostrando desarrollos matemáticos y pruebas
geométricas. Y si en una pared se encontraba la Guadalupana en un nicho con su
veladora también lo tenían Sócrates, Platón, Arquímedes, Pitágoras, y Euclidio.
(Amaranta no tenía ni idea quienes eran pero, con las barbas y las túnicas
daban el gatazo a ser unos apóstoles y también les tenía su veladora prendida
ante ellos).
Toda esa erudición y culto
a las musas que adornaban la Taberna del Arco de Neptuno fue la razón por la
que tanto la facultad como los estudiantes de la Universidad Pontificia de la
Ciudad de Méjico se hicieron ávidos clientes del lugar. Ahí se componían tanto
versos como pruebas de inducción o se mostraba que la tesis del contrario tenía
tal o cual falacia. Y si, a veces, ya borrachos, las discusiones acababan en
golpes y a veces se desnudaban toledanas al grito del clásico “¡Voto a Belcebu!
¡Que os hare comer vuestro reductio ad absurdum por ofenderme de esa manera!”.
Fue inevitable que Sor
Juana aprovechara la circunstancia de que Amaranta era casi su hermana gemela.
La monja ansiaba ver las reliquias de su arco. Y así fue que un día Sor Juana
mando llamar a Amaranta.
--¿Para que soy buena?
--¿Puedo confiar en ti?
--Seguro, Chana, somos
hermanas.
--Mire, quisiera que
intercambiáramos lugar, tan solo por un día. Quiero ver vuestra taberna y las
reliquias de mi arco. Decidme, ¿podéis ausentaros de vuestro negocio por un
día?
--Estoy presta. Perico es
mi cantinero y es de fiar. Le diré que tengo que ir a Chalco a ver a un
familiar. Saber, para mí el convento seria como tomarme unas vacaciones.
--Sor María, aquí
presente, os guiara en lo que hay que hacer –dijo Sor Juana indicando a la
joven novicia--. Si venís después del matins podréis asistir al desayuno, el
cual os aseguro es rete sabroso. Nos la pasamos casi dos horas comiendo en la
mañana.
--Ah, ¿y luego?
--Pues rezamos el rosario,
nos confesamos, oímos misa.
--Bueno, eso no suena tan
entretenido.
--También tenemos clases
de música, de escultura, componemos sonetos, y nos la pasamos viboreando acerca
del arzobispo. Además, nos la pasamos todo el día cocinando, haciendo dulces,
tomando chocolate. Y si a veces tomamos un traguito de ron para asentar el
estómago y que haya buena digestión.
--Pos yo no se acerca de
componer sonetos pues apenas se escribir mi nombre. Pero si tengo muy buen
diente y la cocina de las Jerónimas es famosa. Y acerca del ron pos lo conozco
bien, después de todo tengo una taberna. Sabe, a ver si no subo mucho de peso,
Sor Juana.
--Sera solamente por un
día, Amaranta. Como dije, Sor María os apoyara en todo y os guiara en que hacer
o decir. Yo regresaría como a la medianoche.
--¿Va a vestirse con mis
trapos?
--Me temo que no –sonrió
Sor Juana mostrando su cráneo rapado.
--¡Jijos! ¿Todas están
pelonas?
--Sí. Es una manera de
mostrar humildad. Pero a menos que use peluca el que ande con vuestras ropas y
calva atraerá mucha atención. Más bien me vestiré de gentil hombre.
A la mañana siguiente Amaranta
se presentó justo antes de que comenzara el desayuno. Sor Juana y Sor María le
dieron la bienvenida. Amaranta prontamente se puso el hábito.
--Jijos, se le ve el
cabello –dijo Sor María.
--Lo hare nudo –ofreció
Amaranta.
--Tal vez esto no sea buena
idea –sugirió Sor Juana--. Dile a la superiora que estoy enferma y que me la
pasare en mi claustro.
--¡Pamplinas! Hasta aquí
me llegan los olores de su cocina. Póngase usted sus trapos, Sor Juana.
--Cuídala, Sor María –dijo
Sor Juana mientras se vestia como un gentil hombre.
Sor Juana acabo su
transformación.
--¿Qué pensáis? Son las
ropas que usamos en las representaciones teatrales.
--Sois el mozo más guapo
que he visto –se rio Amaranta--. Si me aventáis los canes no pondré objeción.
Esto causo que Sor Juana
se ruborizara pues también había meditado si hacerle el amor a Amaranta seria o
no masturbación ya que eran idénticas.
--Sesgad el sombrero, Sor
Juana, así pareceréis un matasiete y no se meterán con vos –sugirió Sor Maria.
--Bueno, lo que menos
quiero es una pelea. Porto esta toledana pero no tengo idea de cómo diablos
usarla.
Durante varias horas Sor
Juana recorrió muy contenta las calles del centro de la ciudad de
Méjico-Tenochtitlan. Incluso asistió a misa en la catedral. A media tarde encamino
sus pasos rumbo al puerto de San Lázaro. Rápidamente identifico la taberna del
Arco de Neptuno por los dos leones que guardaban su entrada y la cuadriga del
dios que era jalada por unos caballos cuyo torso inferior era el de un pez. Sor
Juana entro al establecimiento y se llenó de gozo viendo las reliquias de su
arco. Inevitablemente gravito hacia un grupo de estudiantes de matemáticas
discutían.
--¡QED! ¡QED! ¡Con un
carajos! –insistía un mozo pecoso y muy animado.
--Espérate mi Lupe
–advirtió otro mozo muy moreno--, lo que Proclus probo utilizaba al mismo
quinto postulado como parte de la prueba.
--Pero ¿pos cómo? ¿De
dónde?
--Si joven –interpuso Sor
Juana--. Proclus postulaba una distancia constante entre las líneas, lo cual es
lo mismo que el quinto postulado. No
sería vuecencia el primero en fracasar en demostrar la veracidad del quinto
postulado. Igual lo intento, sin existo, Al Gauhari.
--El problema es de
nacimiento –contesto el moreno--. Si es axioma, ¿por qué la insistencia de
demostrar su veracidad?
--Exacto, el mismo
Euclidio le puso mucha crema a los tacos al quinto postulado –sugirió un tercer
mozo de gran barriga.
--¡Con un carajos que me
la pase toda la noche pensando sobre esta tontería! –juro el pecoso.
--Os hubierais ido de
putas y os hubiera sido de mayor provecho –se rio el moreno.
--Y vos –dijo el gordo
dirigiéndose a Sor Juana--. ¿Sois acaso estudiante o profesor? ¿Cómo sabéis del
quinto postulado?
--Yo… --alcanzo a
balbucear Sor Juana.
--Lo más importante que
hay que saber es si creéis que el compañero Pelayo –dijo el moreno indicando al
pecoso—debería haberse ido de putas anoche en lugar de pensar en estas
tonterías.
--¡No son tonterías! –dijo
Sor Juana--. Vive Dios que yo me la pase semanas cuando era…era un
chamaco…buscándole al quinto postulado. Si llegue a una conclusión.
--Pero, ¿y que de las
putas? –pregunto el gordo.
--¿A quién acusareis? ¿A
quien peca por la paga o a quien paga por pecar? –contesto Sor Juana con enojo.
--Pos Lupe iba a tener que
pedir fiado –explico el moreno--. Como estudiantes nunca andamos muy hinchados
de plata. ¿Se les acusaría por pecar fiado o fiar por pecar?
--Si conocéis a tal puta
que fiaría dadme el nombre –se rio el gordo--. Son putas pero no pendejas.
--¡Al carajo con las
putas! ¡Sentaos caballero! ¡Queremos saber su conclusión! ¡Aquí somos devotos
de la reina de las ciencias, las matemáticas! --dijo el pecoso.
--¡Catedra! ¡Habemus
catedra! --juro el gordo--. ¡Esto requiere algo de tomar y estas putas jícaras
ya están vacías!
--¡Perico! ¡Rellénanos las
jícaras! --ordeno el moreno.
--¿Tenéis plata? –pregunto
Perico hoscamente.
Sor Juana saco unas
monedas.
--Esto ha de ser
suficiente –dijo Sor Juana que nunca había pagado por unas jícaras y había
ofrecido suficiente plata para invitar a toda la taberna. (El dinero venia de
los fondos del convento y como Sor Juana llevaba sus libros podría ocultar el
desfalco.)
--¡Santo Dios! ¡El amigo
es un mecenas!
--. ¿Y usted, caballero,
cual es vuestro nombre y de que queréis vuestro pulque? --pregunto el gordo.
--Yo soy…Filoteo de la
Cruz…
--Bien ¿Y de cuál tomáis?
–insistió el gordo.
--¡Apio! ¡Dadme de apio!
--alcanzo a contestar Sor Juana recordando como un día su criado Lorenzo había
alabado las propiedades del néctar de los dioses.
--¡Una de apio Perico! ¡Y
trae la del virrey!
La jícara del virrey era
del doble del tamaño que una jícara normal.
--Presiento que don Filo
no canta mal las rancheras por lo que toca a los números –sonrió el moreno.
--¡A la salud de don Filo!
–brindo el gordo.
Sor Juana bebió de la
jícara del virrey.
--¿Y ora usted? ¿Por qué
bebe como vieja? ¿No es hombre? –gruño el pecoso.
--Déjalo Lupe – dijo el
moreno--. Estamos chupando tranquilos.
Sor Juana hizo un esfuerzo y apuro mas de la jicara. Pero al Lupe ya se le habían subido los humos del pulque.
Sor Juana hizo un esfuerzo y apuro mas de la jicara. Pero al Lupe ya se le habían subido los humos del pulque.
--Pos tal vez, pero aquí
el señorito me dijo que era un fracasado y quesque iba a dar sus conclusiones.
Espero que sea lo suficiente hombre para decirme estas a mi cara.
Sor Juana definitivamente
se había arrepentido de haber abierto la boca.
--No fue mi intención
ofenderos, caballero. Como os dije, hasta Al Gauhari no tuvo éxito en el
menester del quinto postulado.
--Ah, ¿me comparareis con
un moro? ¡Sabed que yo, José Guadalupe Hernández y Pelayo, soy gentil hombre y
desciendo de cristianos viejos! –exclamo el pecoso levantándose y poniendo su
mano en su toledana.
--¡Ah que la chingada!
–juro el gordo sentando al Lupe bruscamente--. Aplácate Lupe. Quiero oir la
catedra de don Filo.
Sor Juana tomo otro trago
de la jícara la cual en verdad estaba muy sabrosa pero más bien fue para
agarrar valor. Si cuando joven ella había pensado que los doctores de la
universidad que la habían interrogado por horas eran inmisericordes ahora
pensaba que estos jóvenes estudiantes los harían parecer dulces monjas
jerónimas.
--Solo decía que llegue a
estas conclusiones. Suponed una línea y un punto no colinear. Hay tres
posibilidades. Primero, hay una línea paralela que atraviesa el punto.
Sor Juana, sintiendo el furor de la actividad intelectual, decidio tomarse un trago mas amplio de pulque.
Sor Juana, sintiendo el furor de la actividad intelectual, decidio tomarse un trago mas amplio de pulque.
--Eso es obvio –afirmo el
moreno.
Sor Juana no pudo evitar echarse un eructo muy sonoro, cosa que fue celebrada por los estudiantes. Y acto seguido, enmedio de las porras de los tertulianos, Sor Juana se acabo la jicara. Asi pues, no estaba estrictamente en sus cinco pero si muy entusiasmada cuando continuo su catedra.
Sor Juana no pudo evitar echarse un eructo muy sonoro, cosa que fue celebrada por los estudiantes. Y acto seguido, enmedio de las porras de los tertulianos, Sor Juana se acabo la jicara. Asi pues, no estaba estrictamente en sus cinco pero si muy entusiasmada cuando continuo su catedra.
--Pero nos lleva al
embrollo del quinto postulado. Pero, segundo, ¿qué tal si usáis como postulado
que no hay semejante paralela? O, tercero y más intrigante, ¿qué si hay más de
una paralela que atraviesa el punto no linear?
Por un momento el concepto les quito el habla a los estudiantes.
Por un momento el concepto les quito el habla a los estudiantes.
--En el segundo caso nos
estaríamos haciendo pendejos –concluyo el gordo.
--Si, mejor Lupe se
hubiera ido de putas que pensar en estos menesteres –dijo el moreno.
--¿Más de una paralela?
--contesto Lupe con desden-- ¿Cómo carajos llegasteis a esa conclusión? ¿De
cuál fumasteis? ¡Eso es brujería con un carajo! ¡Os debería denunciar ante la
inquisición!
--¿Por qué no puede haber
más de una paralela? –Interpuso don Carlos de Sigüenza y Góngora sentándose en
la mesa y señalándole a Perico que le sirvieran una jícara--. Son axiomas. Los
puedes desechar o usar y sabrá Dios que geometría crearías con ellos. ¿Más de
una paralela? Suena interesante. ¿Quién es este fulano?
--Os presento a don
Filoteo de la Cruz, don Carlos –dijo el gordo--. Don Filoteo, este es don
Carlos de Sigüenza y Góngora, nuestro maestro.
Sor Juana estaba casi a
punto de desmayar.
--Caballeros –dijo Sor
Juana engruesando la voz y calándose el sombrero para tapar su cara--. Estoy
tardado. Hay una moza que me espera. El marido ha ido a Puebla. Ustedes
comprenderán que no puedo dilatar más.
--¡Ea! ¡Suerte!
--¡Andaos con tiento no
sea que el cornudo regrese por sorpresa!
--¡Si no os volvemos a ver
será porque sois difunto!
--¡Salud!
Y así fue que a duras
penas Sor Juana logro escapar incólume de la Taberna del Arco de Neptuno. Por
lo que toca a Amaranta, su estancia no despertó sospechas aunque la madre
superiora pensaba que tal vez “Sor Juana” tendría una solitaria pues había
mostrado muy buen filo en el desayuno.
--Sor Juana –dijo la madre
superiora al dia siguiente--. ¿Queréis que os busque un purgante? Os acabasteis
sola casi todas las gorditas. Sospecho que tendréis un bicho dentro.
--Ay, madre, solo sería el
chamuco lo que tengo adentro. Creo que tendré que confesar que soy culpable de
gula. ¿Habrá manera de que me hagan unos
chilaquiles con mucho chile? –sugirió Sor Juana que sufría una cruda espantosa--. Os pido que me excuséis hoy de mis deberes pues
tengo una jaqueca tremenda.
Unas horas después se
presentó don Carlos todo agitado.
--¡Sor Juana! ¡Que no he
dormido pensando en esta idea!
Aunque Sor Juana estuvo
tentada a sugerirle que sería su tiempo mejor invertido si don Carlos se fuera
de putas esta vez decidió quedarse callada.
--Nada mas no me habléis
muy recio, don Carlos, que no aguanto mi cabeza.
--Poned atención, Sor
Juana. Imaginad una línea y un punto no colinear con esta…
Cuando ocurrieron los
hechos del asalto al Santo Oficio, Sor Juana curo con éxito a don Anselmo
Bustos (por lo menos el hombre no quedo tarado aunque de vez en cuando sufría
de un tic nervioso). Unas semanas despues Sor Juana recibió una carta.
--No, Sor Juana, el hombre
no me dijo como se llamaba y quien mandaba el recado –explico la novicia de
guardia.
Lo que había causado
ansiedad a Sor Juana era que el sello de la carta mostraba un águila montada
sobre un nopal, las armas de los reyes mexica que Lorenzo Ixtlixochitl había portado
el día de su muerte. Sor Juana se
encerró bajo llave en su claustro y abrió la carta. Esta estaba escrita en
griego en una letra casi infantil y era evidente que el que escribía no
dominaba completamente esa lengua.
"Presentaos
hoy a la medianoche en la calle de la Moneda, frente a donde estaba la yerberia
de la Hermandad Blanca. Contestareis a la línea que os diré en persona. No os
preocupéis; sabréis que contestar. Urge. La vida del moro está en peligro.
Buscad al arriero."
Sor Juana de inmediato
mando una nota “Venid, urge” a Amaranta.
No comments:
Post a Comment