Sunday, July 10, 2016

XVIII. El Quinto Postulado

Ciudad de Mejico – Tenochtitlan – 1683

Los leones que Amaranta obtuvo de Sor Juana fueron colocados en el atrio de su nueva taberna, “El Arco de Neptuno” y tal parece que los gatos esos le trajeron buena suerte. El que la taberna estuviera anclada en el bullicioso muelle de Santo Domingo del puerto de San Lázaro también ayudaba. Desde el día de su inauguración el sitio estuvo siempre atiborrado. El pulque y el ron fluían como agua y en medio del lugar había una gran tarima donde siempre había músicos y se hacía un zapateado.

Las paredes de la taberna estaban adornadas con el detritus del gran arco de Neptuno que Sor Juana había diseñado para darle la bienvenida al nuevo virrey, don Tomas de la Cerda. De ahí que habían figuras de faunos, ninfas, tritones, musas, filósofos, y toda la vecindad del Olimpo: Apolo, Afrodita, Zeus, etc. Había también escenas de Egipto y de Persia e inscripciones en griego y latín e incluso algunas en sanscrito pues Sor Juana se había hecho de varios libros que venían en la nao de China y hasta había llegado a dominar esa lengua.

Pero en las paredes de la taberna también había figuras mostrando desarrollos matemáticos y pruebas geométricas. Y si en una pared se encontraba la Guadalupana en un nicho con su veladora también lo tenían Sócrates, Platón, Arquímedes, Pitágoras, y Euclidio. (Amaranta no tenía ni idea quienes eran pero, con las barbas y las túnicas daban el gatazo a ser unos apóstoles y también les tenía su veladora prendida ante ellos).

Toda esa erudición y culto a las musas que adornaban la Taberna del Arco de Neptuno fue la razón por la que tanto la facultad como los estudiantes de la Universidad Pontificia de la Ciudad de Méjico se hicieron ávidos clientes del lugar. Ahí se componían tanto versos como pruebas de inducción o se mostraba que la tesis del contrario tenía tal o cual falacia. Y si, a veces, ya borrachos, las discusiones acababan en golpes y a veces se desnudaban toledanas al grito del clásico “¡Voto a Belcebu! ¡Que os hare comer vuestro reductio ad absurdum por ofenderme de esa manera!”.

Fue inevitable que Sor Juana aprovechara la circunstancia de que Amaranta era casi su hermana gemela. La monja ansiaba ver las reliquias de su arco. Y así fue que un día Sor Juana mando llamar a Amaranta.

--¿Para que soy buena?

--¿Puedo confiar en ti?

--Seguro, Chana, somos hermanas.

--Mire, quisiera que intercambiáramos lugar, tan solo por un día. Quiero ver vuestra taberna y las reliquias de mi arco. Decidme, ¿podéis ausentaros de vuestro negocio por un día?

--Estoy presta. Perico es mi cantinero y es de fiar. Le diré que tengo que ir a Chalco a ver a un familiar. Saber, para mí el convento seria como tomarme unas vacaciones.

--Sor María, aquí presente, os guiara en lo que hay que hacer –dijo Sor Juana indicando a la joven novicia--. Si venís después del matins podréis asistir al desayuno, el cual os aseguro es rete sabroso. Nos la pasamos casi dos horas comiendo en la mañana.

--Ah, ¿y luego?

--Pues rezamos el rosario, nos confesamos, oímos misa.

--Bueno, eso no suena tan entretenido.

--También tenemos clases de música, de escultura, componemos sonetos, y nos la pasamos viboreando acerca del arzobispo. Además, nos la pasamos todo el día cocinando, haciendo dulces, tomando chocolate. Y si a veces tomamos un traguito de ron para asentar el estómago y que haya buena digestión.

--Pos yo no se acerca de componer sonetos pues apenas se escribir mi nombre. Pero si tengo muy buen diente y la cocina de las Jerónimas es famosa. Y acerca del ron pos lo conozco bien, después de todo tengo una taberna. Sabe, a ver si no subo mucho de peso, Sor Juana.

--Sera solamente por un día, Amaranta. Como dije, Sor María os apoyara en todo y os guiara en que hacer o decir. Yo regresaría como a la medianoche.

--¿Va a vestirse con mis trapos?

--Me temo que no –sonrió Sor Juana mostrando su cráneo rapado.

--¡Jijos! ¿Todas están pelonas?

--Sí. Es una manera de mostrar humildad. Pero a menos que use peluca el que ande con vuestras ropas y calva atraerá mucha atención. Más bien me vestiré de gentil hombre.

A la mañana siguiente Amaranta se presentó justo antes de que comenzara el desayuno. Sor Juana y Sor María le dieron la bienvenida. Amaranta prontamente se puso el hábito.

--Jijos, se le ve el cabello –dijo Sor María.

--Lo hare nudo –ofreció Amaranta.

--Tal vez esto no sea buena idea –sugirió Sor Juana--. Dile a la superiora que estoy enferma y que me la pasare en mi claustro.

--¡Pamplinas! Hasta aquí me llegan los olores de su cocina. Póngase usted sus trapos, Sor Juana.

--Cuídala, Sor María –dijo Sor Juana mientras se vestia como un gentil hombre.

Sor Juana acabo su transformación.

--¿Qué pensáis? Son las ropas que usamos en las representaciones teatrales.

--Sois el mozo más guapo que he visto –se rio Amaranta--. Si me aventáis los canes no pondré objeción.

Esto causo que Sor Juana se ruborizara pues también había meditado si hacerle el amor a Amaranta seria o no masturbación ya que eran idénticas.

--Sesgad el sombrero, Sor Juana, así pareceréis un matasiete y no se meterán con vos –sugirió Sor Maria.

--Bueno, lo que menos quiero es una pelea. Porto esta toledana pero no tengo idea de cómo diablos usarla.

Durante varias horas Sor Juana recorrió muy contenta las calles del centro de la ciudad de Méjico-Tenochtitlan. Incluso asistió a misa en la catedral. A media tarde encamino sus pasos rumbo al puerto de San Lázaro. Rápidamente identifico la taberna del Arco de Neptuno por los dos leones que guardaban su entrada y la cuadriga del dios que era jalada por unos caballos cuyo torso inferior era el de un pez. Sor Juana entro al establecimiento y se llenó de gozo viendo las reliquias de su arco. Inevitablemente gravito hacia un grupo de estudiantes de matemáticas discutían.

--¡QED! ¡QED! ¡Con un carajos! –insistía un mozo pecoso y muy animado.

--Espérate mi Lupe –advirtió otro mozo muy moreno--, lo que Proclus probo utilizaba al mismo quinto postulado como parte de la prueba.

--Pero ¿pos cómo? ¿De dónde?

--Si joven –interpuso Sor Juana--. Proclus postulaba una distancia constante entre las líneas, lo cual es lo mismo que el quinto postulado.  No sería vuecencia el primero en fracasar en demostrar la veracidad del quinto postulado. Igual lo intento, sin existo, Al Gauhari.

--El problema es de nacimiento –contesto el moreno--. Si es axioma, ¿por qué la insistencia de demostrar su veracidad?

--Exacto, el mismo Euclidio le puso mucha crema a los tacos al quinto postulado –sugirió un tercer mozo de gran barriga.

--¡Con un carajos que me la pase toda la noche pensando sobre esta tontería! –juro el pecoso.

--Os hubierais ido de putas y os hubiera sido de mayor provecho –se rio el moreno.

--Y vos –dijo el gordo dirigiéndose a Sor Juana--. ¿Sois acaso estudiante o profesor? ¿Cómo sabéis del quinto postulado?

--Yo… --alcanzo a balbucear Sor Juana.

--Lo más importante que hay que saber es si creéis que el compañero Pelayo –dijo el moreno indicando al pecoso—debería haberse ido de putas anoche en lugar de pensar en estas tonterías.

--¡No son tonterías! –dijo Sor Juana--. Vive Dios que yo me la pase semanas cuando era…era un chamaco…buscándole al quinto postulado. Si llegue a una conclusión.

--Pero, ¿y que de las putas? –pregunto el gordo.

--¿A quién acusareis? ¿A quien peca por la paga o a quien paga por pecar? –contesto Sor Juana con enojo.

--Pos Lupe iba a tener que pedir fiado –explico el moreno--. Como estudiantes nunca andamos muy hinchados de plata. ¿Se les acusaría por pecar fiado o fiar por pecar?

--Si conocéis a tal puta que fiaría dadme el nombre –se rio el gordo--. Son putas pero no pendejas.

--¡Al carajo con las putas! ¡Sentaos caballero! ¡Queremos saber su conclusión! ¡Aquí somos devotos de la reina de las ciencias, las matemáticas! --dijo el pecoso.

--¡Catedra! ¡Habemus catedra! --juro el gordo--. ¡Esto requiere algo de tomar y estas putas jícaras ya están vacías!

--¡Perico! ¡Rellénanos las jícaras! --ordeno el moreno.

--¿Tenéis plata? –pregunto Perico hoscamente.

Sor Juana saco unas monedas.

--Esto ha de ser suficiente –dijo Sor Juana que nunca había pagado por unas jícaras y había ofrecido suficiente plata para invitar a toda la taberna. (El dinero venia de los fondos del convento y como Sor Juana llevaba sus libros podría ocultar el desfalco.)

--¡Santo Dios! ¡El amigo es un mecenas!

--. ¿Y usted, caballero, cual es vuestro nombre y de que queréis vuestro pulque? --pregunto el gordo.

--Yo soy…Filoteo de la Cruz…

--Bien ¿Y de cuál tomáis? –insistió el gordo.

--¡Apio! ¡Dadme de apio! --alcanzo a contestar Sor Juana recordando como un día su criado Lorenzo había alabado las propiedades del néctar de los dioses.

--¡Una de apio Perico! ¡Y trae la del virrey!

La jícara del virrey era del doble del tamaño que una jícara normal.

--Presiento que don Filo no canta mal las rancheras por lo que toca a los números –sonrió el moreno.

--¡A la salud de don Filo! –brindo el gordo.

Sor Juana bebió de la jícara del virrey.

--¿Y ora usted? ¿Por qué bebe como vieja? ¿No es hombre? –gruño el pecoso.

--Déjalo Lupe – dijo el moreno--. Estamos chupando tranquilos.

Sor Juana hizo un esfuerzo y apuro mas de la jicara.  Pero al Lupe ya se le habían subido los humos del pulque.

--Pos tal vez, pero aquí el señorito me dijo que era un fracasado y quesque iba a dar sus conclusiones. Espero que sea lo suficiente hombre para decirme estas a mi cara.

Sor Juana definitivamente se había arrepentido de haber abierto la boca.

--No fue mi intención ofenderos, caballero. Como os dije, hasta Al Gauhari no tuvo éxito en el menester del quinto postulado.

--Ah, ¿me comparareis con un moro? ¡Sabed que yo, José Guadalupe Hernández y Pelayo, soy gentil hombre y desciendo de cristianos viejos! –exclamo el pecoso levantándose y poniendo su mano en su toledana.

--¡Ah que la chingada! –juro el gordo sentando al Lupe bruscamente--. Aplácate Lupe. Quiero oir la catedra de don Filo.

Sor Juana tomo otro trago de la jícara la cual en verdad estaba muy sabrosa pero más bien fue para agarrar valor. Si cuando joven ella había pensado que los doctores de la universidad que la habían interrogado por horas eran inmisericordes ahora pensaba que estos jóvenes estudiantes los harían parecer dulces monjas jerónimas.

--Solo decía que llegue a estas conclusiones. Suponed una línea y un punto no colinear. Hay tres posibilidades. Primero, hay una línea paralela que atraviesa el punto.

Sor Juana, sintiendo el furor de la actividad intelectual, decidio tomarse un trago mas amplio de pulque.

--Eso es obvio –afirmo el moreno.

Sor Juana no pudo evitar echarse un eructo muy sonoro, cosa que fue celebrada por los estudiantes.  Y acto seguido, enmedio de las porras de los tertulianos, Sor Juana se acabo la jicara.  Asi pues, no estaba estrictamente en sus cinco pero si muy entusiasmada cuando continuo su catedra.

--Pero nos lleva al embrollo del quinto postulado. Pero, segundo, ¿qué tal si usáis como postulado que no hay semejante paralela? O, tercero y más intrigante, ¿qué si hay más de una paralela que atraviesa el punto no linear?

Por un momento el concepto les quito el habla a los estudiantes.

--En el segundo caso nos estaríamos haciendo pendejos –concluyo el gordo.

--Si, mejor Lupe se hubiera ido de putas que pensar en estos menesteres –dijo el moreno.

--¿Más de una paralela? --contesto Lupe con desden-- ¿Cómo carajos llegasteis a esa conclusión? ¿De cuál fumasteis? ¡Eso es brujería con un carajo! ¡Os debería denunciar ante la inquisición!

--¿Por qué no puede haber más de una paralela? –Interpuso don Carlos de Sigüenza y Góngora sentándose en la mesa y señalándole a Perico que le sirvieran una jícara--. Son axiomas. Los puedes desechar o usar y sabrá Dios que geometría crearías con ellos. ¿Más de una paralela? Suena interesante. ¿Quién es este fulano?

--Os presento a don Filoteo de la Cruz, don Carlos –dijo el gordo--. Don Filoteo, este es don Carlos de Sigüenza y Góngora, nuestro maestro.

Sor Juana estaba casi a punto de desmayar.

--Caballeros –dijo Sor Juana engruesando la voz y calándose el sombrero para tapar su cara--. Estoy tardado. Hay una moza que me espera. El marido ha ido a Puebla. Ustedes comprenderán que no puedo dilatar más.

--¡Ea! ¡Suerte!

--¡Andaos con tiento no sea que el cornudo regrese por sorpresa!

--¡Si no os volvemos a ver será porque sois difunto!

--¡Salud!

Y así fue que a duras penas Sor Juana logro escapar incólume de la Taberna del Arco de Neptuno. Por lo que toca a Amaranta, su estancia no despertó sospechas aunque la madre superiora pensaba que tal vez “Sor Juana” tendría una solitaria pues había mostrado muy buen filo en el desayuno.

--Sor Juana –dijo la madre superiora al dia siguiente--. ¿Queréis que os busque un purgante? Os acabasteis sola casi todas las gorditas. Sospecho que tendréis un bicho dentro.

--Ay, madre, solo sería el chamuco lo que tengo adentro. Creo que tendré que confesar que soy culpable de gula.  ¿Habrá manera de que me hagan unos chilaquiles con mucho chile? –sugirió Sor Juana que sufría una cruda espantosa--.  Os pido que me excuséis hoy de mis deberes pues tengo una jaqueca tremenda.

Unas horas después se presentó don Carlos todo agitado.

--¡Sor Juana! ¡Que no he dormido pensando en esta idea!

Aunque Sor Juana estuvo tentada a sugerirle que sería su tiempo mejor invertido si don Carlos se fuera de putas esta vez decidió quedarse callada.

--Nada mas no me habléis muy recio, don Carlos, que no aguanto mi cabeza.

--Poned atención, Sor Juana. Imaginad una línea y un punto no colinear con esta…

Cuando ocurrieron los hechos del asalto al Santo Oficio, Sor Juana curo con éxito a don Anselmo Bustos (por lo menos el hombre no quedo tarado aunque de vez en cuando sufría de un tic nervioso). Unas semanas despues Sor Juana recibió una carta.

--No, Sor Juana, el hombre no me dijo como se llamaba y quien mandaba el recado –explico la novicia de guardia.

Lo que había causado ansiedad a Sor Juana era que el sello de la carta mostraba un águila montada sobre un nopal, las armas de los reyes mexica que Lorenzo Ixtlixochitl había portado el día de su muerte.  Sor Juana se encerró bajo llave en su claustro y abrió la carta. Esta estaba escrita en griego en una letra casi infantil y era evidente que el que escribía no dominaba completamente esa lengua.

"Presentaos hoy a la medianoche en la calle de la Moneda, frente a donde estaba la yerberia de la Hermandad Blanca. Contestareis a la línea que os diré en persona. No os preocupéis; sabréis que contestar. Urge. La vida del moro está en peligro. Buscad al arriero."



Sor Juana de inmediato mando una nota “Venid, urge” a Amaranta.

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