Puebla – 1683
En medio de la magnífica biblioteca que le heredo
Palafox, tomándose un chocolate, un príncipe de la iglesia con un incondicional
debate. Y al hacerlo se confirma que la
fidelidad que se afirma es tan solo temporal y que para ejercer el poder…estorba
la moral.
--Venid, Rubio, fiel paladín, hablemos de consejas que
hombres perdidos a Dios murmuran en la oscuridad –dijo sonriendo el obispo don
Manuel de Santa Cruz--. No son menesteres nombrados en mañanas soleadas que invitan
a la indolencia. Ni asuntos de hombres
fieles a Dios, bondadosos, llenos de paciencia.
No obstante hablemos tales consejas con claridad.
--Sabed, su señoría, que es mi honor y placer serviros
–contesto Josef Rubio.
--Si, lo haréis, mi fiel Rubio, hasta cierto
punto. No, por mis palabras no os alarméis. Vos hilos oscuros y ocultos movéis. Triste seria si no fuera así el asunto. ¿Qué es el hombre sino tan solo un
instrumento, de Dios, del diablo, del momento?
Se nos da un papel y lo actuamos viviendo a la venia de quien la obra está
escribiendo. Continuad, fiel Rubio, mi
instrumento, y en mi beneficencia confiad.
--Su señoría –comenzó Rubio--, el arzobispo don
Francisco Aguiar aspira a ser un Tiberio.
--¡O sancta simplicitas! ¿Habláis en serio?
--Busca mi señor Aguiar indios alzados entre la masa
que hambreados puso sitio al palacio virreinal –continuo Rubio--. Más esa no es su intención pues busca desviar
la atención de la caída del palacio del Santo Oficio. Y es que tomo mi señor Aguiar de la guarnición
50 escoltas que, faltantes, fueron los causantes, de inducir al palacio a la
rendición. Y el rey, todavía nuestro
soberano, así sea allende el mar y lejano, desea detalles del alzamiento y
Aguiar desea de estos su encubrimiento.
De ahí su celo en arrestar y en torturar a los que el hambre alzo. Si Aguiar actuó con torpeza y vos actuáis con
presteza el arzobispado seria vuestro.
--Tal puesto no me interesa –contesto Santa Cruz con desdén--. Continuad.
--Su señoría a puestos mayores aspira.
--Solo estos justifican lo que aquí se conspira. Seguid.
--En palacio hay consternación y los rumores
abundan. No hay en el gobierno una clara
intención solo temor a los indios que los circundan. De poco hay certidumbre. Murió, si, el Rey Coyote, pero ¿habrán más príncipes
entre la muchedumbre? Mi señor Aguiar
insistirá, y de eso su servidor se asegurara, que se formen batallones y que al
Tlaloc asciendan estas legiones. Es ahí,
insistirá Aguiar, donde está el foco de la infección que fomenta la
insurrección.
--Deteneos un momento, mi hasta ahora fiel Josef. ¿Qué de la sangre por el toltecayotl
derramada? ¡Vamos, todavía ni por la
lluvia ha sido lavada! Y ahora aquí
venís sugiriendo del toltecayotl su destrucción. ¿Qué me estáis escondiendo y cual es vuestra
intención?
--Mi señor, en mí solo hay transparencia.
--Y tal es la mejor manera de mantener una apariencia
--Mi señor, entre los hombres pocos son los titanes
que cambian el curso de la historia. Y
son esos capitanes los que gustosos sacrifican todo por la gloria. Entre esos hombres por mi condición no
aspiro. Pero con ellos, si me dan la
venia, conspiro. Precio alto por la
victoria es pagado pero mayor es el que pagan los que han fracasado.
--Sí, mi fiel Josef, habláis del garrote.
--Confiemos en que no se nos derrote.
--¡Sea! Con
vuestro patrón insistid que el enemigo en el Tlaloc hay que combatid. Aguiar mismo insistirá tal ante el virrey y
oidores. Y la guerra se hará contra esos
indios alborotadores. Dadle a España una
victoria, aun si el Toltecayototl se pierde.
Y a la larga esa gloria no habrá quien la recuerde. Decidme de las legiones del virrey el número.
--Solo las repúblicas de indios tienen guerreros
sinnúmero. El virrey solo cuenta con el
Tercio de la Nueva España para hacer la hazaña.
-- Hacer la guerra el virrey intentara pero con esos
guerreros no contara. Todos esos
caciques son venales. Hare con ellos
acuerdos discrecionales. La falta de
medios la atención del virrey desviara y más tiempo para preparar mis planes me
dará. Decidme, mi fiel Rubio, que del
francés que lleva Aramis por nombre.
--Es muy fuerte el hombre. Se recupera.
En una semana más podrá partir.
Toledana en mano no hay quien lo pueda herir.
--Escuchad, mi fiel Rubio, tengo preso a un
hombrecillo. Su nombre es Sancho y es
todo un briboncillo. Desaseos de el con
discreción. Tiene por la reina de España
algo de devoción.
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