Thursday, July 14, 2016

XIV. Visiones en los Caminos

Ciudad de Méjico-Tenochtitlan 1743

--Este muy malherido estaba y por tal  ha fallecido –índico Xochitl cerrándole los ojos a un guerrero en la carreta.

--Tan cruel la guerra ha sido que por los que viven estoy agradecido –afirmo don Raúl Topiltzin.

Contemplar a mi padre me saco de mi sueño.  Mendoza me contemplaba callado.

--Su señoría, de gran poder sois dueño –le dije al jesuita--.  Más temo por estas visiones ser condenado.

--Despreocupaos, mortal.  Si por esta visión vos condena teméis –contesto el jesuita--, no recibiréis tal.  Ni prisión ni cadena sufriréis.

--Pero, ¿y mi alma su señoría?

--Yo por ella no me preocuparía.

--En el umbral de la muerte entonces vale la pena condena por ver estas visiones.

--Tomad más y haceros fuerte –dijo el jesuita extendiendo otro tarro del vino de creta--.  De lo que visteis dadme vuestras impresiones.

Apure con gusto el tarro de vino.

--Vide carretas en un camino.

--Describid su cargamento.

--Muchos heridos, mucho sufrimiento. Los moribundos reciben el sacramento.  Algunos, en pie, aun portan armamento. Y mi padre encabeza el destacamento. 

--Continuad.

--Vide también rollos de papel amate en muchas carretas amontonados.  Con glifos de números y astros están ilustrados.  Igual veo canastas con estos papeles que por macehuales son cargados.  Son los documentos que del Tlaloc a Méjico-Tenochtitlan fueron bajados.  Y ahora regresan y por mi padre y sus hombres son escoltados.

Poco a poco, con el vino, me fui adormeciendo.  Y la sala en que estaba se fue desvaneciendo.  Y el camino y las carretas ante mi fueron apareciendo.  Claramente escuchaba lo que se estaba discutiendo.

--Don Raúl, el príncipe se nos está desangrando –índico doña Xochitl mientras sostenía en sus brazos al príncipe Guadalupe.

--¿No queda más de esa botella milagrosa que lo estaba curando?

--El filtro de Fierabrás se ha acabado –murmuro el príncipe mostrando la botella.

--Dejadme ver ese filtro tan renombrado –contesto don Raúl agarrando la botella y oliendo el contenido.

--Viene de Etiopia e imposible es reproducirlo –dijo el príncipe con voz resignada.

--Pero creo poder revivirlo –contesto dona Xochitl.

--Tened señora si creéis que tal es el caso –dijo don Raúl extendiéndole la botella.

Doña Xochitl derramo en el filtro aguardiente y lo agito.

--Mi hijo muere si fracaso –dijo doña Xochitl que acto seguido le dio de beber del filtro a Guadalupe.

--Ah, bendito elixir, siento que el dolor ya cesa.  O me estoy muriendo o la salud a mi regresa.

--¡Oh bendita sorpresa!  ¡Qué dejasteis de sangrar alteza! –observo don Raúl. 

--Os cambiaremos la compresa –dijo doña Xochitl--.  Algo de tiempo a la muerte se ha ganado.

--Pronto por cirujano será curado –apunto don Raúl—pues veo las torres de Texcoco en lontananza.  ¡Ea!  Vos, Tizoc, que sois tan rápido como una lanza, id y avisad al convento sin tardanza.  Su hospital es nuestra única esperanza.

Vide al joven guerrero correr rumbo a Texcoco cual una gacela.

--Como sobrevivió el príncipe esto revela –afirmo la voz de Mendoza en mi mente.

El camino ante mis ojos se fue transformando.  Ahora vide a una triste procesión que venía penando. 

--Reconozco a esos presos que esos hombres van escoltando –dijo Sancho que a la orilla del camino los estaba observando.

--¡Ea!  ¿Vos, qué tan lejos está Puebla?   Decidme tal si lo sabe usía --el jefe de la escolta, un jinete formidablemente armado, demando.

--Dos días más de camino, su señoría –contesto Sancho hacia occidente apuntando.

--¡Dos días más!  ¡Diablos, mucho más grande que Flandes es esta Nueva España!  --juro el jinete que vos reconoceréis como el duque de van Guld.

--¿Quiénes son, su señoría, esos hombres de tan mala calaña? –pregunto Sancho ofreciéndole una bota al jinete.

El jinete hizo una seña para que los presos y la escolta tomaran un descanso.

--Gracias.  Son viles piratas –contesto el jinete aceptando el vino y bebiendo de la bota— que ante el virrey serán juzgados.  Si por mí fuera ya hubieran sido ajusticiados.

Sancho hizo una caravana y camino ante los prisioneros.  Sancho reconoció a Ventimiglia y sus otros compañeros.  Los presos junto al camino se derrumbaron y, por sus penas, a Sancho ignoraron.

Sancho comenzó a cantar mientras andaba el jarabe que, cuando los contrabandistas los abordaron, habían tocado a bordo del buque en que Sancho y los piratas a Veracruz llegaron.

--“Ahora si ya están unidos el viejo y el nuevo mundo…y solo están divididos…y solo están divididos…por un viejo mar profundo…por un viejo mar profundo…”

A lo que Moko, reconociendo a Sancho, contesto:

“…Para rezar el rosario, mi hermano el que se murió.  Ese si era santulario, no pícaro como yo…

Y Sancho le siguió:

Este es el jarabe loco que a los muertos resucita que a los muertos resucita este es el jarabe locoSalen de la sepultura se asoman la cabecita…”

--¿Por qué cantáis Moko?  ¿Acaso el sol os ha quemado el seso? –le pregunto Carmaux a Moko.

--Estoy desesperado más no loco, lo confieso –contesto Moko--.  ¡Ea! ¿Acaso no lo habéis reconocido?  Es Sancho mismo el que ante nos ha aparecido.

--¿Y que con ello? –pregunto Van Stiller--.  Camino al garrote vamos.

--No, tal vez con una esperanza contamos –interrumpió Ventimiglia--.  Moko, ¿creéis que el tal Sancho nos ayudara?

--Capitán, ¿Por qué cree su señoría que Sancho tal hará? –pregunto Carmaux.

--Además –insistió Van Stiller--, ¿creéis que Sancho a seis guardias y al conde ajusticiara?  Yo vide que solo con un alfanje está armado.

--Cierto es que Sancho a unírsenos se había negado –reconoció Moko. 

--Si se hubiera unido también hubiera sido apresado –índico Carmaux.

--Entonces es hombre prudente –contesto Moko--.  Ahora veamos si es valiente.

--Sancho ya demostró su braveza –dijo Ventimiglia— y de nosotros recibió gentileza.  Veremos si es capaz de hacer una proeza.

Sancho a distancia prudente tras la procesión había caminado.  Cayó la noche y los guardias habían acampado.  Para Van Guld un lujoso pabellón fue levantado.  Y Sancho el jacal donde guardaban a los piratas había identificado.

Después de tantos golpes y burlas y estancias en obispales calabozos Sancho había aceptado la opinión de los piratas sobre los poderosos.

--Tienen razón Ventimiglia y sus  facinerosos. En aplicar la ley los reyes son muy celosos sobre todo en los que, por ser en robar su competencia, consideran peligrosos.  Hay más dignos caballeros entre estos piratas que entre los que ostentan títulos y fueros.  Rescatar a los piratas es una locura, digna de cierto caballero de triste figura.
¡Sea!  Veré el modo de hacer en el jacal apertura, aun si ello la muerte me asegura.

En el curso de la noche observo Sancho a Van Guld retirarse a su aposentos.  Entonces los guardias sacaron la bota y comenzaron a libar contentos.

--Bien, libad, señores, libad.  Vuestra guardia bajara con la ebriedad –dijo Sancho aguardando.

En efecto, pronto la guardia estaba roncando.

Sancho uso la sombras para al jacal aproximarse.  Con su alfanje logro abrir un hueco y pudo por este asomarse.

--¡Ea!  ¡Señor de Ventimiglia!  ¡Moko!  ¡Soy Sancho!  Hice una apertura estrecha en esta madriguera.

--¡Sancho! –contesto el corsario--. Ensanchemos la brecha, nosotros por dentro y vos por fuera.

Los piratas pronto se escaparon y junto con Sancho a perderse en la manigua se avocaron.  Hecho esto que rumbo tomar cavilaron.

--Van Guld iba a occidente iremos por lo tanto a oriente.  Llegando a la costa una nave tomaremos y con ella a Tortuga volveremos –explico Ventimiglia.

--Señores –dijo Sancho--, yo a España me dirigía.

--En tal caso a oriente debe ir usía –contesto Ventimiglia.

En eso gritos y pistoletazos se oyeron.

--¡Son los españoles!  ¡Nuestra huida descubrieron!  --exclamo Moko.

--¿Adónde iremos? –pregunto Carmaux--.  Van Guld al oriente nos buscara.

--Ir a occidente más del mar nos alejara –apunto Van Stiller.

--El conde es inmisericorde al hacer la guerra –dijo Ventimiglia--.  Pero yo desconozco esta tierra.

--Igual yo aquí soy extranjero –admitió Sancho.

--El miedo es mal consejero –explico Moko--, pero se reputa que al sur hay selvas impenetrables.

--¿Hay al norte brechas caminables? –pregunto Ventimiglia.

--Tal he oído su señoría –contesto Sancho.


--Bien.  Dirigíos al norte y escaparemos a van Guld y su jauría.

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